martes, 23 de agosto de 2011

Crece la luz bajo tu hermosa mano

Crece la luz bajo tu hermosa mano,
Padre celeste, y suben
los hombres matutinos al encuentro
de Cristo Primogénito.

El hizo amanecer en tu presencia

y enalteció la aurora
cuando no estaba el hombre sobre el mundo
para poder cantarla.

El es principio y fin del universo,

y el tiempo, en su caída,
se acoge al que es la fuerza de las cosas
y en él rejuvenece.

El es la luz profunda, el soplo vivo

que hace posible el mundo
y anima, en nuestros labios jubilosos,
el himno que cantamos.

He aquí la nueva luz que asciende y busca

su cuerpo misterioso;
he aquí, en el ancho sol de la mañana,
el signo de su gloria.

Y tú que nos lo entregas cada día,

revélanos al Hijo,
potencia de tu diestra y Primogénito
de toda criatura.

 

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