lunes, 22 de agosto de 2011

Plegaria de un sacerdote

Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro
y la cándida víctima levanto,
de mi atrevida indignidad me espanto
y la piedad de vuestro pecho admiro.

Tal vez el alma con temor retiro,
tal vez la doy al amoroso llanto,
que, arrepentido de ofenderos tanto,
con ansias temo y con dolor suspiro.

Volved los ojos a mirarme humanos,
que por las sendas de mi error siniestras
me despeñaron pensamientos vanos;

no sean tantas las desdichas nuestras
que a quien os tuvo en sus indignas manos
vos le dejéis de las divinas vuestras.

Lope de Vega


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