domingo, 18 de septiembre de 2011

Introducción

 José Antonio Pagola
Jesucristo: Catequesis Cristológicas (A)


Para un cristiano, Cristo es la verdad última de la vida, el criterio supremo de actuación y la única esperanza de salvación y liberación definitiva. 

1. Importancia de Jesucristo para el cristiano

La fe cristiana no consiste en aceptar un conjunto de verdades teóricas sino en aceptarle a Cristo, creerle a Cristo y descubrir en él la última verdad desde la cual podemos iluminar nuestra vida, interpretar la historia del hombre y dar sentido último a esa búsqueda de liberación que mueve a toda la humanidad. El cristiano es, por tanto, un hombre que en medio de las diferentes ideologías e interpretaciones de la vida, busca en Jesucristo el sentido último de la existencia.

La fe cristiana no consiste tampoco en observar unas leyes y prescripciones morales procedentes de la tradición judía (y. gr. los diez mandamientos), sino aceptar a Cristo como modelo de vida en el que podemos descubrir cuál es la tarea verdadera que debe realizar el hombre. El cristiano es, por tanto, un hombre que frente a diversas actitudes y estilos de vivir y comportarse, acude a Cristo como criterio último de actuación ante el Padre y ante los hombres.

La fe cristiana no es tampoco poner nuestra esperanza en un conjunto de promesas de Dios más o menos generales, sino apoyar todo nuestro futuro en Jesucristo nuestro Salvador, muerto por los hombres pero resucitado por Dios, el único del que podemos esperar una solución definitiva para el problema del hombre. El cristiano es, por tanto, un hombre que en medio de los fracasos y dificultades de la vida y frente a diferentes promesas de salvación, espera de Cristo resucitado la salvación definitiva del hombre.

Por eso, en cualquier época, los creyentes que deseen vivir fielmente su fe cristiana, tendrán que preguntarse una y otra vez: ¿Quién fue Jesús de Nazaret? ¿Quién es hoy Cristo para nosotros? ¿Qué podemos esperar de Él?

2. El camino recorrido por los primeros creyentes

Jesús de Nazaret apareció en el pueblo judío como un personaje con rasgos propios de profeta, que, después de la muerte de Juan el Bautista, causó un fuerte impacto en la sociedad judía. La originalidad de su mensaje y de su actuación despertó la expectación política y las esperanzas religiosas dentro de su pueblo. Sin embargo, muy pronto se convirtió en motivo de discusiones apasionadas, fue rechazado por los sectores más influyentes de la sociedad judía y terminó su vida muy joven, ejecutado por las autoridades romanas que ocupaban el país.

Jesús de Nazaret, terminado en el fracaso total ante su pueblo, los dirigentes religiosos e incluso, ante sus seguidores más cercanos, parecía estar destinado al olvido inmediato. Sin embargo no fue así. A los pocos días de su muerte, el círculo de sus desalentados seguidores vivió una experiencia única: aquel Jesús, crucificado por los hombres, ha sido resucitado por ese Dios al que Jesús invocaba con toda su confianza como Padre.

A la luz de la resurrección, estos hombres volvieron a recordar la actuación y el mensaje de Jesús, reflexionaron sobre su vida y su muerte, y trataron de ahondar cada vez más en la personalidad de este hombre sorprendentemente resucitado por Dios. Recogieron su palabra no como el recuerdo de un difunto que ya pasó, sino como un mensaje liberador confirmado por el mismo Dios y pronunciado ahora por alguien que vive en medio de los suyos. Reflexionaron sobre su actuación, no para escribir una biografía destinada a satisfacer la curiosidad de las gentes sobre un gran personaje judío, sino para descubrir todo el misterio encerrado en este hombre liberado de la muerte por Dios.

Empleando lenguajes diversos y conceptos procedentes de ambientes culturales diferentes, fueron expresando toda su fe en Jesús de Nazaret. En las comunidades de origen judío reconocieron en Jesús al Mesías (el Cristo), tan esperado por el pueblo, pero en un sentido nuevo que rebasara todas las esperanzas de Israel. Reinterpretaron su vida y su muerte desde las promesas mesiánicas que alentaban la historia de Israel. Y fueron expresando su fe en Jesús como Cristo atribuyéndole títulos de sabor judío (Hijo de David, Hijo de Dios, Siervo de Yahveh, Sumo Sacerdote). En las comunidades de cultura griega, naturalmente, se expresaron de manera diferente. vieron en Jesús al único Señor de la vida y de la muerte, reconocieron en él al único Salvador posible para el hombre y le atribuyeron títulos de sabor griego (Imagen del Dios invisible, Primogénito de toda la creación, Cabeza de todo).

De maneras diferentes, todos proclamaban una misma fe: en este hombre Dios nos ha hablado.

No se le puede considerar como a un profeta más, portavoz de algún mensaje de Dios. Este es la misma Palabra de Dios hecha carne (Jn 1, 14). En este hombre Dios ha querido compartir nuestra vida, vivir nuestros problemas, experimentar nuestra muerte y abrir una salida a la humanidad. Este hombre no es uno más. En Jesús, Dios se ha hecho hombre para nuestra salvación.

 3. El camino que recorreremos nosotros

 La primera comunidad fue descubriendo el misterio encerrado en Jesús a partir de una doble experiencia: el contacto con Jesús durante su vida y su exaltación después de la ejecución en la cruz.

Si queremos nosotros seguir los pasos de esta comunidad, debemos evitar dos errores: 1) El partir únicamente de su resurrección, olvidando totalmente quién fue Jesús de Nazaret, cómo actuó, qué postura adoptó ante la vida, etc. En este caso, podríamos llegar a afirmaciones muy solemnes sobre Jesús y llamarlo Señor, Mesías, Salvador, Hijo de Dios, etc., pero desconoceríamos su personalidad concreta y no podríamos aprender de él cómo debemos enfrentarnos a la vida para alcanzar un día la resurrección. 2) El partir únicamente de su historia terrestre olvidando la resurrección que da sentido a toda su vida y su muerte. En este caso, nos informaríamos de la vida de un gran hombre, llamado Jesús, pero nunca llegaríamos a descubrir su verdadera originalidad como liberador definitivo de este hombre que termina siempre fatalmente en la muerte.
  
Por eso, recorreremos el siguiente camino:
  
1) Trataremos de recoger algunos aspectos fundamentales de Jesús de Nazaret que nos ayuden a revivir de alguna manera la imagen de aquel hombre que tanto impresionó a sus contemporáneos.
  
2) Trataremos de penetrar en la experiencia pascual de los primeros cristianos para comprender mejor qué es creer en Cristo resucitado. 3) Trataremos de conocer mejor la fe de los cristianos que se atreven a afirmar algo tan original como escandaloso: en Jesús de Nazaret Dios se ha hecho hombre por nuestra salvación.

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