lunes, 30 de julio de 2012

Cuando el Señor habla al corazón (8)

 
8. ESPERO TU COLABORACIÓN
Considérate como un miembro mío, estrechamente unido a mí por todas las fibras de tu fe y de tu corazón, por toda la orientación de tu voluntad. Obra como miembro mío, consciente de tus limitaciones personales, de tu incapacidad para hacer cualquier cosa verdaderamente eficaz por ti. Ora como miembro mío, uniéndote a la oración que yo mismo hago en ti y uniéndote a la oración de todos los hombres tus hermanos. Ofrécete como miembro mío, sin olvidar que yo estoy siempre por amor en estado de oblación a mi Padre y con deseos de incorporar a este acto de pleitesía el mayor número de los hombres que viven actualmente sobre la tierra. Recibe como miembro mío, mi padre a quien yo me doy, se da constantemente a mí en la unidad del Espíritu santo. En la medida en que tú no haces más que uno conmigo, tú mismo compartes las riquezas divinas ad modum recipientis. Ama como un miembro mío, afanándote por amar a todos los que yo amo con el mismo amor con que les amor yo.
Lo que cuenta no es la gloria, lo deslumbrante, la publicidad; es la unión fiel y generosa conmigo.
¿Qué pensarías tú de un rayo que se separase de su sol, de un río que se desviara de su manantial, de una llama que se segregase de su hogar?
Trabaja por mi cuenta. Eres mi servidor. Mejor aún, eres miembro mío y, de hecho, tú trabajas tanto más para ti cuando más lo hacer por mí. Nada de cuanto se hace por mí se puede perder.
Comulga reiteradamente con mi pensamiento eterno sobre todas las cosas. Tú no lo puedes captar íntegramente pues es infinito; pero esa comunión te procurará cierta claridad o, por lo menos, algunos destellos que banalizarán tu caminar sobre la tierra. Mis pensamientos sobre los hombres y sobre los acontecimientos –pensamientos divinos llenos de amor y de delicadeza- te ayudarán a considerarlos con mayor respeto y estima. Por otra parte, recuerda que un día tú mismo darás a los seres y a las cosas de la tierra un valor muy diferente del que, hoy por hoy, les asignas.
Mediante el amor es como crece mi cuerpo Místico. Mediante el amor es como yo recapitulo y asumo cada molécula humana hasta el punto de transfigurarla divinamente en la medida en que se ha hecho pura caridad. Trabaja con tus ejemplos, con tu palabra, con tus escritos, a depositar cada día más caridad en el corazón de los hombres. Eso es lo que te tienes que proponer continuamente como objeto de tus oraciones, de tus sacrificios, de tus actividades…
Yo dirijo todo en tu vida; no obstante, necesito tu colaboración activa para ayudarte a ejecutar libremente lo que quiere mi Padre. Yo dirijo todo en el mundo; sin embargo, espero con paciencia, para poder llevar a efecto los designios del Padre, que los hombres se comprometan libremente a trabajar bajo la influencia consciente o inconsciente de mi Espíritu.
Yo espero al mundo. Espero que venga a mí con plena libertad, y no tan sólo física sino moralmente.
Yo espero que acepte reunirse conmigo, que asocie su desamparo al que yo experimenté por él en Getsemaní.
Yo espero que una su sufrimiento, inseparables de su condición humana, a los que yo experimenté por él durante mi estancia en la tierra y especialmente durante mi pasión.
Yo espero que una su oración a la mía, su amor a mi Amor.
Yo espero al mundo. ¿qué es lo que le impide venir a mí y en primer lugar oír mi voz que siempre le está llamando discreta pero persistentemente? Es el pecado que, como una brea pegajosa, obtura todos sus sentidos espirituales, torna su alma opaca a las cosas del cielo, paraliza sus movimientos y entorpece su marcha. Es el espíritu superficial, la falta de atención, la ausencia de reflexión, el torbellino de la vida, de los negocios, de las noticias, de las relaciones. Es la falta de amor, cuando, no obstante, el mundo tiene sed de amor. Tan sólo tiene este vocablo en la boca; sin embargo, las más de las veces su amor no es más que sensualidad y egoísmo, cuando no se torna en odio.
Yo espero al mundo para curarle, para purificarle, para limpiarle y poder restaurar en él la verdadera noción de los valores…
Pero necesito ayuda y por eso te he menester. Sí, necesito contemplativos que me ayuden a borrar las faltas uniendo su vida de oración, de trabajo y de amor a la mía, y que se unan, mediante la ofrenda generosa de sus sufrimientos providenciales, a mi oblación redentora. Necesito contemplativos que unan sus peticiones a mi oración para conseguir los misioneros y los educadores espirituales, impregnado de mi Espíritu, de los que inconscientemente el mundo tiene sed.
Lo importante no es hacer mucho sino hacerlo bien, más para hacerlo bien, se requiere mucho amor.
Para llegar a la santidad necesitas valentía, pues sin ti Yo no quiero poder hacer nada –y necesitas humildad pues sin Mí tú nada puedes hacer.
Yo soy el río que purifica, que santifica, que espiritualiza y que, desembocando en el Océano de la Trinidad, diviniza lo mejor que hay en el hombre regenerado por amor.
Las acequias, los arroyos y hasta los ríos si no desaguan en la ría, se pierden en las arenas, se estancan en las charcas y forman pantanos nauseabundos. Lo que tienes que hacer es echar en Mí todo lo que haces y todo lo que eres. Lo que asimismo tienes que hacer es presentarme todos tus hermanos –sus pecados para que yo los perdone, sus alegrías para que yo las purifique, sus oraciones para que yo las tome por mi cuenta, sus trabajos para que yo les confiera valor de homenaje a mi Padre, sus sufrimientos para que yo les comunique poder de redención.
¡Confluencia! Única palabra de pase que pueda salvar a la humanidad, ya que sólo por Mí, conmigo y en mí –en la Unidad del Espíritu Santo- se rinde al Padre una Gloria total – por la asunción de todos los hombres.
Sí, yo soy el punto Omega: en mí confluyen todos los afluentes humanos, o por lo menos debieran confluir, bajo pena de disgregación. Entre ellos se encuentran los ríos mansos y tranquilos; se encuentran también los torrentes que se precipitan en cascadas y, deshaciéndose en espuma, desembocan en mí con todo lo que han arrastrado por el camino; se encuentran las aguas cristalinas, azuladas o verdosas; y se encuentran las aguas cenagosas en apariencia totalmente turbias y sucias. No obstante, al cabo de unas cuantas leguas, todo su contenido de microbios se ha purificado –ellas se vuelven perfectamente sanas y saludables- pueden confundirse con las aguas del mar.
Todo ese gran trabajo es el que invisiblemente se está operando en la vida de los hombres actualmente sobre la tierra.
Yo estoy en estado de crecimiento continuo tanto cualitativa como cuantitativamente.
En esta masa inmensa de humanidad en la que yo distingo a cada uno por su nombre y le llamo con todo mi amor, yo trabajo y me entretengo tratando de sorprender la más mínima respuesta a mi gracia. En algunos mi gracia es fecunda e intensifica mi presencia; viven en mi amistad y dan testimonio de mi realidad y de mi amor entre sus hermanos. En otros, los más numerosos, tengo que esperar largo tiempo que me hagan una señal de asentimiento –pero mi misericordia es inagotable, y donde quiera que descubro un mínimo de bondad y de humildad allí entro yo y asumo.
Por esta razón me alegro de que no te inquietes sobre manera por los torbellinos que en la actualidad sacuden mi iglesia. Hay lo que aparece como la estela abandonada por un navío en el océano, y existe más profundamente lo que es, lo que se juega en el silencio de las conciencias, teniendo en cuenta todas las circunstancias atenuantes que disculpan muchas actitudes de oposición
Siembra el optimismo a tu alrededor. Naturalmente yo os pido que trabajéis, que propaguéis mi luz por la palabra, los escritos y sobre todo por el testimonio de una vida que ponga de manifiesto la Buena Nueva de un Dios de amor, recapitulando en sí a todos los hombres y asumiéndolos –en la medida de su libre adhesión- para una vida eterna de felicidad y de alegría. Pero ante todo y por encima de todo, confianza. Yo estoy siempre ahí, yo, el eterno Vencedor.
No busques complicaciones para tu vida espiritual. Date a mí con toda sencillez, tal cual eres sin alteración, sin afectación, sin sombras. Entonces yo podré más fácilmente crecer en ti y pasar por ti.
Este mundo pasa y tiende a su aniquilamiento –en espera de nuevos cielos y de nuevas tierras- Por cierto que, aunque efímeramente, éste tiene su valor. Es en medio del mundo, y de tal mundo, de tal época también, donde yo os he querido y donde os he escogido. De todos modos, aún poniéndoos a su servicio para “sacralizarle”, vosotros no debéis quedar enviscados por él. Otra es vuestra misión. Debéis ayudarle a realizar el plan de amor que al crearlo tuvo mi Padre. Es a veces misterioso, más un día descubrirás hasta qué punto este proyecto era maravilloso.
De entre tus colegas y amigos son ya numerosos los que han entrado en la vida Eterna. Si pudieses ver la mirada lastimosa -¡oh! Llena de indulgencia –con que consideran lo que tantos hombres admiten como valores…Las más de las veces éstos no son sino efímeras apariencias engañosas que ocultan a sus ojos las realidades duraderas, las únicas que cuentan.
El mundo sufre terriblemente de una falta de educación espiritual, y eso, en gran parte, por la carencia de los que deberían ser guías y entrenadores. Y es que tan sólo puede ser un verdadero educador espiritual el que humildemente recurre a mi luz y, por la contemplación asidua de mis misterios, hacer pasar mi Evangelio a toda su vida.
Yo más necesito apóstoles que sean contemplativos y testigos  que sociólogos o teólogos de cámara que no han orado su teología ni conforman su vida con lo que enseñan.
Sobrados hombres, sobrados sacerdotes en el día de hoy se creen con soberbia autorizados a reformar mi iglesia en lugar de principiar por reformarse a sí mismos y por formar a su alrededor, humildemente, discípulos fieles, no a lo que ellos piensan, sino a lo que pienso yo.
Te lo han dicho y tú lo has podido constatar: actualmente la humanidad atraviesa una crisis de locura, agitándose desordenadamente y sin la menor idea espiritual que pudiera ayudarle a tomar aliento en mí y estabilizarse.
Sólo el cuarterón de almas contemplativas puede impedir el desequilibrio profundo que conducen a la catástrofe y retrasar, así, la hora de las grandes expiaciones. ¿Cuánto tiempo aún se alargará la demora? Todo depende de la disponibilidad de las almas escogidas por mí.
Yo he vencido al mundo, al mal, al pecado, al infierno –más para que mi victoria se haga patente, es preciso que la humanidad acepte libremente la salvación que yo le ofrezco.
Mientras estáis en la tierra, vosotros podéis implorar en nombre de los que no lo piensan, podéis crecer en mi amistad en nombre y en desagravio de los que me rechazan y se alejan de mí, podéis ofrecer dolores físicos y morales en unión con los míos en nombre de los que los aguantan con espíritu de rebeldía.
Nada de lo que me permitís asumir por amor llega a ser inútil. Vosotros no sabéis para qué sirve, pero tened la seguridad de que produce sus frutos.
Recapitulemos juntos todos los esfuerzos y todos los pasos, incluso los vacilantes, de la humanidad hacia mí. Une sus oraciones, incluso las no formuladas, a las mías, sus pasos, incluso los ambiguos, sus actos de bondad, incluso los imperfectos, sus alegrías más o menos adulteradas, sus sufrimientos más o menos bien aceptados, sus agonías, en las que toca la hora de la verdad, más o menos conscientes –y sobre todo sus muertes que vienen a juntarse con la míaa y, juntos, suscitaremos un aumento de atracción hacia el único que puede darles el secreto de la paz y de la verdadera felicidad.
Gracias a esta trilogía: recapitulación por asunción, unión por confluencia y liberación en la fe de mercedes espirituales invisibles, yo salgo victorioso en muchas almas que se sorprenden por la sencillez de mis caminos y por la fuerza de mi divina delicadeza.
Nada es ruin, nada insignificante cuando se trabaja o se sufre en unión conmigo. Que recapitulo a todos los hombres la dimensión universal es esencial a todo cristiano, con mayor razón a todo sacerdote. Más allá de ti. Yo veo a todas las almas que he vinculado con la tuya. Yo veo su indigencia y la necesidad que pueden tener de mi ayuda por tu mediación. Yo adapto tu género de vida al mismo tiempo que al plan de amor del Padre, a las necesidades presentes modificadas por la libertad humana. Todo transcurre en la síntesis de los designios divinos que siempre sacan el bien del mal y hacen brotar el amor allí mismo donde la maldad, cuando no la necedad humana, aparecen imposibilitarlo.
El mundo de los cristianos está demasiado agitado, demasiado enfocado hacia el exterior –incluso el de muchos sacerdotes y religiosas. Empero en la medida en que me acogen, en que me desean, en que tratan de abrirse de par en par a mi amor, en esa medida la vida cristiana y la vida apostólica se ven colmadas de alegría y de fecundidad.
Soy yo solo el que produce el bien duradero; pero necesito servidores e instrumentos que sean canales de gracia, no obstáculo para mis favores espirituales por sus dispersiones y por las ambigüedades de la búsqueda de sí mismos a través de sus actividades.
Naturalmente, yo quiero hacer de mis fieles creadores, pero conmigo y según el plan de mi Padre. Nunca olviden sin embargo: por más que yo les llame a colaborar conmigo, por sí mismos tan sólo son siervos inútiles.
Su vida no puede ser fecunda sino en la medida en que moren en mí y me permitan actuar en ellos.
Cada uno tiene su propio caminar. Si es fiel –sin nerviosismo, con serenidad- caminaremos juntos – y si me invita a quedarme con él, me reconocerá a través de los detalles más corrientes de su vida y su corazón se inflamará de amor por mi Padre y por los hombres.
Recapitula en ti a la humanidad dolorosa y descarga en mí todas las miserias del mundo. Así me permites darles utilidad y abrir muchos corazones herméticamente cerrados. Tengo a mi disposición todos los medios para invadir, para penetrar, para sanar, pero no los quiero utilizar sino con vuestra colaboración. Existe ya, por cierto, la colaboración de la palabra, de la actividad, del testimonio, pero la que yo más necesito es la de la unión silenciosa conmigo en la alegría como en el dolor. Llénate de mí de tal manera que sin que tú te des cuenta la gente me sienta en ti y se beneficie de mi divina influencia por medio de ti.
Hay más posibilidades de bien entre los jóvenes de lo que se cree. Lo que necesitan es ser escuchados y tomados en serio.
¡Cuántas lagunas en su educación! Empero, muchos de ellos, la mayor parte, se interrogan, están dispuestos a reflexionar y se sienten felices cuando se les comprende.
Piensa en esos millones de jóvenes de 20 años que formarán en el mundo de mañana y que me buscan más o menos conscientemente. Ofréceles con frecuencia a la acción del Espíritu Santo. Aunque ellos no le conozcan muy bien, su acción luminosa y delicada les penetrará –y les orientará hacia la construcción de un mundo más fraterno, en lugar de querer tontamente destrozarlo todo.
El tiempo de crear, de organizar, de realizar ya no es para ti. Más yo te reservo una misión oculta del que se beneficiarán los más jóvenes pues ella fomentará su dinamismo. Esta misión interior e invisible consiste en establecer un contacto entre yo y ellos –en conseguirles los carismas indispensables para un apostolado verdaderamente eficaz. Tómalos a todos sin distinción, de todas las edades, de todas las condiciones, de todas las razas, y preséntalos con alegría a las radiaciones de mi humildad y de mi silencio eucarístico.
Mansedumbre y humildad se dan la mano y sin estas dos virtudes el alma se esclerosa tanto más fácilmente cuanto más la hacen descollar sus cualidades humanas y espirituales.
¿Qué provecho saca el hombre llegando a ser estrella, cosechando publicidad, aplausos y felicitaciones, si acaba perdiendo el secreto de su benéfica influencia al servicio del mundo y de la Iglesia?
Nada es tan sutil como el veneno del orgullo en un alma sacerdotal. Lo has experimentado tú mismo muchas veces. Asume a tus hermanos en el sacerdocio, especialmente a aquellos que, por sus éxitos aparente  y efímeros, corren peligro de perder la cabeza.
¡Si en lugar de pensar en sí pensasen un poquito más en mí! Aquí es donde la vida contemplativa, fielmente vivida, procura una seguridad y un equilibrio inestimables.

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